La vida en la Galicia rural de otrora se desenvolvía atrapada en una red urdida de pobreza y deseo. No había remedio para ello más que de puertas afuera. La emigración gallega, principalmente o casi exclusivamente rural, se registra en cifras millonarias. Tanto que hubo un tiempo en el que no se podía saber muy bien si Galicia estaba aquí o en cualquiera allí donde los gallegos estuviesen, que podía ser allá donde el mundo fuese mundo. Modesto Mañas, el protagonista de esta obra, no logró dar gusto al deseo, pero sí ponerse a salvo de la pobreza. No fue de manera fácil ni breve, pero lo logró, sintiéndose liberado por ello de la condena que recaía sobre él por ser gallego y aldeano.
Llegado el momento en el que la vida pone a uno en la tesitura de recuperar la memoria para echar cuentas con el olvido sin ser sorprendido, hizo el relato que se recoge en estas páginas, quizá sin saber exactamente qué parte es recuerdo y cual esperanza.
La propia Galicia, la de todos los Modesto Mañas, aún tiene esas coordenadas como seña de identidad. Un país que fue y volvió. Siempre pendiente de hacerse del todo.