¿Por qué hay personas que nunca logran encajar en este mundo mientras otras triunfan en casi todas sus peripecias y andanzas? ¿Cuánto hay de cierto en esa creencia que sostiene que tanto los nombres de los ganadores como de los perdedores ya se conocen en la línea de salida?
Fernando Mancha, protagonista de esta novela, considera que ha nacido para ser un paradigma de los vencidos. Embriagado de pesimismo y misantropía, deambula por la vida derramando una negra lucidez entretejida de sarcasmos y mordacidades. En su aceptación (e incluso glorificación) de la propia derrota anidan una grosera honestidad y un realismo devastador, pero también una enigmática megalomanía. La megalomanía de quien elige no ser nada tras asumir que jamás será César.
El inepto ofrece un catártico descenso a la mente fatalista y sombría de quien estima que engañar al destino es una tarea tan plebeya como inútil, propia de los siervos y pajes del optimismo. ¿Es la apología de la rendición una refinada forma de sabiduría o un simple ardid retórico para dignificar la abulia y la pusilanimidad?