Lázaro sabe que tiene que dar un vuelco, aunque le dé miedo, pues se siente un perdedor. Le faltan fuerzas, pero alcanza a divisar una lucecita en el túnel de su existencia. En un sueño febril seguido de un insomnio, se le aparece el espectro de Doña Juana, la curandera de su niñez, quien le señala el camino.
En un arrebato místico se identifica con un santo y decide imitarlo. Inspirado en el ascetismo de un gurú de la India y con la determinación de Siddhartha, está dispuesto a dejarlo todo, trabajo, universidad y ataduras mundanas para investigar por sí mismo hasta qué punto era capaz de buscar las verdades y encontrar la iluminación si tal cosa existiera.
Busca un socio pues aún no siente el coraje de hacerlo solo. Barrabás, toma el desafío de peregrinar hasta Alaska como un juego y juntos emprenden este viaje de locos, sin medios y confiando solo en la providencia.
Afrontando el camino, Lázaro y sus compañeros de ruta van evolucionando en el aprendizaje y trabajando el desarrollo personal.
Pero en las alturas de Wayna Picchu hay un punto de inflexión que hará cambiar totalmente el rumbo de la historia y conducirá la suerte de los caminantes hacia un desenlace inesperado.