Bastas extensiones desérticas rodean a los desamparados, las esencias perdidas de los hijos de una Luz y una Oscuridad, que dejan huérfano, ciego y a expensas del frío glacial universal, al ser humano, heredero del Eón incandescente.
Lúgubre porvenir, lleno de obstáculos dogmatizados de un claustro envenenado, por el poder de los elíseos, perversos captores de esencias humanas, esclavistas de su propia estirpe, dueños de un gobierno, un imperio, una religión, que esclavizan almas, sensaciones, seres pensantes.
¿Cuál es el desenlace de esta opacidad pervertida?
¿Cuál es el motivo de este afán de poder en desmedida?
Fuera cual fuere, las cadenas del tiempo, que nos enraizan a una esclava mortalidad, subyugan las esencias y voluntades mortales de los vivientes, con conciencia de vivir. Ser, vacío y Nada, van de la mano hasta el final de temporada. Eternos pensamientos en busca del fin que esclarezca nuestra esencia, que se desvanece cual recuerdos efímeros perdidos, en el mar de las almas malditas, arrastradas por la barca de Caronte hacia los campos elíseos, hacia las luces que arrastran, sin retorno, a la Luz eterna, a la Nada sin fin.