Han pasado poco más de 80 años y la especie humana ha evolucionado tecnológica y socialmente, dando paso a una sociedad más pura, más humanizada, donde la parte positiva del ser humano brilla, desintegrando con su luz la parte oscura.
En esta sociedad no hay guerras, se ha erradicado el hambre del planeta, todo ser humano tiene un techo que le acoge junto a su familia, prestaciones sanitarias y de apoyo social y formación a nivel universitario.
Las catástrofes, causadas por fenómenos de la naturaleza, por errores tecnológicos, o por acciones provenientes de la propia esencia del ser humano, muchas de ellas son previstas y evitadas y, caso contrario, prestamente solucionadas, consiguiendo un menor sufrimiento de nuestros semejantes y evitando muertes innecesarias.
Los medios de comunicación y transporte han mejorado notablemente, han acortado las distancias drásticamente, y han permitido a la raza humana explorar el espacio exterior.
Es en esta sociedad consolidada, donde transcurre la narrativa de “La Humanidad en el Futuro”, con su protagonista principal, el periodista David Haskerman, y también en la sociedad de la transición, en los albores de la nueva Era Humanitaria, junto con su co-protagonista, el doctor Thomas Haskerman, abuelo de David.
David, conocedor de la historia de la humanidad, siente la gran inquietud de saber, en profundidad, los hechos que desembocaron en el radical cambio de las pautas de comportamiento del ser humano, del primer cuarto del siglo XXI de la Era Cristiana, cuando la sociedad dio el salto evolutivo. Su abuelo, Thomas, le transporta mentalmente a aquella época, en la que él fue protagonista obligado, como tantos otros millones de seres humanos, que tuvieron que vivir y afrontar, con valentía, sacrificio y esperanza, las fortuitas y terribles circunstancias acaecidas, propiciadoras de una nueva luz de solidaridad que cambió radicalmente su óptica de la vida y sus actitudes hacia sus semejantes.