¿Es posible que un pequeño pueblo ibero sea capaz de cambiar el trascurso de la historia? Amílcar Barca no lo creyó. Y pagó caro su error.
Cartago ha puesto sus ojos en la península ibérica, tierra de grandes riquezas, enorme granero para sus ejércitos y gran cantidad de oro y hierro para sus guerras.
Amílcar Barca, el laureado general cartaginés, piensa que tomar lo que esa tierra ofrece será un paseo por sus ejércitos. Pero no contaba con las belicosas tribus que la pueblan. Pueblos fieros, pueblos salvajes que hacen de la guerra su modo de vivir. Y entre todos esos pueblos, los olcades. No son los más numerosos, no son los más fuertes. Pero cuando un pueblo es respetado y temido entre otros pueblos fieros y salvajes, lo único que queda es temerlos también.
Esta lección la aprendió con su sangre el pueblo cartaginés. Su paso por tierras olcades no fue un paseo para sus ejércitos ni para sus generales.
Vael, aprendiz de guerrero Olcade, ve como, en un momento, su vida da un doloroso giro. Los gemelos se ceban con su presente y su futuro.
En cuestión de minutos pierde su poblado, sus padres y su hermana.
Pero pese a todas las penalidades, el muchacho no está solo. Los dioses olcades ya han escrito su futuro. Cantan los bardos que hay una leyenda: Cuando el pueblo Olcade se vea amenazado casi hasta la extinción, surgirá de la nada un héroe, un hombre que será humano y lobo al mismo tiempo. Este héroe luchará por su pueblo.
¿Habrá despertado Amílcar Barca al Lobo? ¿Podrá un solo hombre luchar contra el ejército que ha estado a punto de doblegar a Roma?