En este libro, que consta de cuatro partes (Origen, Se muera el mundo, Performances y Arde Culebra), se desvela la naturaleza de la destrucción. Son cuatro destrucciones biográficas, no coetáneas, cuyo hilo conductor es la capacidad de resistir en cada una de ellas.
En la primera —Origen—, se regresa a ese territorio verdadero al que hacía mención Rilke, cuando afirmaba que «la única patria del hombre es la infancia», para buscar en qué momento exacto tuvo lugar esa primera pérdida, a partir de la cual nada fue lo mismo. Donde la existencia, en adelante, se convirtió en ese algo irreversible.
La segunda parte —Se muera el mundo—, coincide con ciertas sospechas sobre el destino humano fundadas en el desprecio de buena parte de esa humanidad recalcitrante en el empeño de la autodestrucción. Es un lamento, la conciencia de la herida, la mirada escéptica de quien sufre y comprueba lo inevitable. Aun así, se refugia en lo que queda de ternura o delicadeza en ese mundo agónico.
Performances, sin embargo, acude a una forma de arte visual para desentrañar desde la experiencia performativa de varias mujeres, como la misma Marina Abramovic, algunos aspectos de la naturaleza humana y sus contradicciones. O la inquietud que genera la presencia de otra mujer, la activista Greta Thunberg, en el propio inconsciente colectivo de algunos. En todos estos casos, el arte es útil, libre e incómodo. Un espacio seguro en el que refugiarse aún de la zozobra moral que nos envuelve.
Y finalmente intentar liberarse de la angustia producida por un terrible acontecimiento sucedido hace tres años, como fueron los incendios de la Sierra de la Culebra en Zamora, y cuya conmoción aún dura. No se enmudece en Arde Culebra el grito de angustia en esa nueva destrucción, ni sus implicaciones en el ánimo. Poemar ese desastre, no obstante, continúa siendo una búsqueda, una manera de encontrar el sentido en la reconstrucción, en la esperanza en la propia vida, en la tierra herida de adopción.